Experimentando con Mindfulness MBSR

por | Nov 14, 2015 | Colaboraciones

El pasado mes de mayo me inscribí en el curso MBSR impartido por Susana Zaballa, socia de Interalde y presidenta de EmakumeEkin. Este curso tiene una duración de 8 semanas, a razón de una convocatoria semanal de dos horas y media de duración, junto con un retiro de una mañana completa y con el compromiso mínimo de 45 minutos diarios de práctica.
De las 8 jornadas, yo no pude asistir a una por coincidir con un compromiso ineludible, pero voluntariamente no participé en el retiro y confieso que sólo hice práctica, como tal, en dos ocasiones.
Pongo esto por delante, porque con total honestidad, las reflexiones que comparto en estas líneas son las de una persona que NO ha cumplido el programa, tal como está diseñado, con lo que esto implica en términos de resultados.

Voy a comenzar mencionando los obstáculos que me he auto-impuesto en este sentido. A pesar de no haberlos superado, quiero pensar que el hecho de hacerme consciente de ellos, para mí, ya es un gran avance.

En primer lugar, mi rebelión interna ante lo que aparecía como una obligación más a añadir a una vida que ya percibo cargada de ellas.

En segundo lugar, las dudas sobre si el esfuerzo requerido realmente iba a merecer la pena. Y en este sentido, soy consciente de que, en términos generales, estamos dispuestas/os a hacer ese tipo de esfuerzos por otras personas, pero cuando se trata de cuidarte tú… ¡Eso es otra película! Ahí surgen las dudas, aunque tengas la fortuna de contar con los recursos y la ayuda necesarios. ¿Merecerá la pena tanto esfuerzo? En definitiva, ¿merezco la pena YO?

En tercer lugar y a través de una conversación personal con Susana, descubrí otro de mis obstáculos relacionado con el “no hacer nada”. Cuando has hecho de la actividad y del aprovechamiento del tiempo parte de tu ADN, la idea de parar la máquina para “simplemente” respirar, se antoja una pérdida de tiempo.

Finalmente, las dificultades del entrenamiento. De ahí mis comillas en la frase anterior. Cuando empiezas a hacer intentos de parar tu mente errante y pedirle que se concentre en algo tan básico y natural como la respiración, es cuando te das cuenta de lo difícil que resulta de controlar y dominar. A mí se me derrumbó el mito de creer que controlo mis pensamientos.

Si sólo lees hasta aquí, estarás pensando que los argumentos anteriores son más que suficientes para disuadirte de acercarte a la práctica del mindfulness. Sin embargo, y repito, desde la perspectiva de alguien que ha tenido semejantes dificultades, el mindfulness también ha producido cambios en mí. Quizá no de la trascendencia que me hubiera gustado, pero cambios al fin y al cabo.

Beneficios de practicar Mindfulness

En primer lugar, ganar consciencia sobre la cantidad de tiempo que vivo en piloto automático. Pensar en el pasado (que pasado está) o en el futuro (lleno de deberes, obligaciones y responsabilidades) es algo demasiado parecido a vivir sin ser consciente de ti, sin ser tú.

La certeza de vivir plenamente consciente es lo que da sentido a mi vida. Esto es un objetivo para mí, lejano, pero objetivo, que sin el mindfulness no me hubiera planteado.

Aunque no hago práctica formal, hay momentos puntuales en los que me propongo centrarme en mi respiración: antes de una reunión importante, en el trayecto del metro al trabajo, escuchando a alguien… Me aporta una perspectiva diferente y te invito a probar.

Igualmente y en cuanto a gestión emocional, en ocasiones pruebo a vivir mis emociones desde la perspectiva de que son temporales y pasarán, en lugar de la intervención cognitiva que me ha llevado a sentirme así. Resulta interesante vivir las emociones desde el punto de vista de un testigo ajeno, en lugar de la acostumbrada perspectiva del piloto de la nave.

Finalmente, el mindfulness me ha dado dosis de paciencia y aceptación. Hacia mí. Como decía Susana, conducirme con amabilidad a donde quiero estar, sin presión, sin juicio, como un acto de amor a mí misma…

Quizá el presente no era mi momento vital más adecuado para enrolarme en la práctica del mindfulness, pero no soy ajena a las influencias que este acercamiento han tenido en mí, y ¿quién sabe?, quizá en algún otro momento de mi vida sea capaz de comprometerme con este entrenamiento.

¿Tú, te atreves a probar? por Idoia Postigo.

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