No sé si por edad, por la situación económica o por simple evolución, me estoy encontrando con personas que se están planteando un giro de 360 grados en su vida profesional.
A veces, porque lo que estaban haciendo hasta ahora ya no les llena, o porque se han dado cuenta de que con más de quince años de esfuerzos dedicados a levantar su empresa, superando a duras penas la crisis, se encuentran con que el precio de esos esfuerzos es un negocio que deja el margen justo para seguir sobreviviendo.
Las razones son variadas pero la aventura la misma, atreverse a abandonar nuestra zona de confort.
Salir de tu zona de confort.
Puede suponer empezar de nuevo en otro sitio, cambiando simplemente de zona geográfica, o puede suponer formarnos en áreas diferentes a las que hemos dedicado la mayor parte de nuestra vida profesional. Atreverse a ser de nuevo un@ aprendiz, a abandonar nuestros galones profesionales, es todo un reto.
Embarcarse en un cambio así requiere valentía para afrontarlo en toda su dimensión.
Porque el miedo aparecerá y nos llevará a proteger todo aquello que hemos ido construyendo con tanto esfuerzo pero que ahora no nos sirve. El miedo sostendrá la ilusión de que una pequeña modificación es el cambio completo. Para afrontarlo, hace falta confianza en nosotr@s mism@s y mucha introspección.
Necesitamos mirar hacia dentro y plantearnos honradamente, sin engañarnos, sin que se desencadene una charla interna autocomplaciente: ¿qué es lo que queremos realmente? y ¿qué necesitamos para avanzar en ese nuevo camino?.
La meditación nos ayuda en esta investigación. Yo diría que es imprescindible.
Nos permite observarnos, sintiendo qué es lo que realmente nos gusta, lo que nos hace felices pero manteniendo la distancia para poder aceptar la realidad tal cual es.
A través de la meditación podemos ser conscientes de los patrones internos de nuestra mente, de los convencionalismos, que nos llevan a tomar determinadas decisiones de forma automática y deshacernos de ellos en caso de que no nos sirvan en esta nueva andadura.
Aprender a meditar debiera ser el primer paso, de otra manera, corremos el riesgo de vernos en el mismo punto dentro de tres o cinco años.