La necesidad de mayores y mejores formas de financiar las empresas es un hecho incuestionable.
El pasado 5 de octubre tuve la ocasión de participar en la inauguración del máster en dirección empresarial desde la innovación y la internacionalización que organiza la facultad de Sarriko de la UPV.
En este acto, asistí a la conferencia impartida por Eduardo Pérez (partner BDO Spain) sobre el acceso de las PYMES a los mercados de capitales. Fue un lujo escucharle explicar de una forma sencilla y completa cómo funcionan los mercados alternativos de capitales en los distintos países europeos.
El MAB (Mercado Alternativo Bursátil) es una plataforma que permite a PYMES con proyectos de expansión beneficiarse de las ventajas del mercado bursátil. Principalmente financiación pero también otras ventajas como visibilidad y valoración.
Es cierto que el MAB no es para todas las PYMES ya que requiere una dimensión mínima para poder ponerse en marcha y, sobretodo, que la PYME ofrezca un crecimiento sostenible que resulte atractivo a los futuros inversores.
No es menos cierto que se requiere mayor transparencia de las empresas y equipos de gestión muy profesionales. También medidas de control y supervisión que den confianza a los inversores.
Pero también es cierto que es una alternativa más para obtener financiación no bancaria para un gran número de empresas.
La financiación de la empresa siempre es un elemento clave para la gestión.
Independientemente de nuestra posición ideológica respecto a cuál ha de ser el modelo económico, es innegable que es necesario disponer de financiación para el funcionamiento de las empresas.
En una economía como la nuestra, tan supedita a la financiación bancaria, es necesario disponer de mayores y mejores fórmulas de financiación. Es una forma de diversificar el riesgo que para las empresas supone depender de los bancos para su financiación. El pasado cercano nos da amplias muestras de los problemas ocasionados por el nivel de endeudamiento bancario de particulares y empresas.
En torno al 80% de la financiación proviene de entidades financieras tradicionales. En países como Estados Unidos, el porcentaje es prácticamente inverso, apenas el 30% de la financiación es bancaria.
Es evidente que nuestra cultura inversora es muy diferente de la estadounidense.
No sé si es porque los estadounidenses tienen más conocimientos financieros o si es porque son más arriesgados en sus inversiones. Lo que sí creo, es que cuanta mayor sea nuestra cultura financiera, mejor identificaremos los riesgos de las diferentes inversiones. Sólo con el conocimiento podremos tomar decisiones conscientes. Cada persona asumiendo el nivel de riesgo que le resulte cómodo.
Esto nos permitirá también incluir en nuestras decisiones de inversión todas aquellas variables que nos parezcan importantes. No sólo cuál es el beneficio esperado. También qué actividades deseamos apoyar y cuáles no. Qué iniciativas empresariales consideramos que deben tener nuestro apoyo.
Puede parecer una contradicción, pero estoy convencida de que la gran mayoría de las personas no quieren rentabilizar su dinero a cualquier precio.