Esta es una de las cuestiones que más nos plantean l@s autónom@s y más compleja de lo que a simple vista parece. Aquí entran en juego diferentes factores, entre ellos:
- Edad: no es lo mismo ponerte por cuenta propia con 30 años y una vida laboral por delante que una persona de 60 años o más que tenga previsto jubilarse en un relativo corto plazo. En el caso de una persona en sus últimos años de cotización, podría ser interesante mantener una base similar a la que ya tenía antes de ponerse por su cuenta. Hay que recordar que a partir de cierta edad, no puedes cotizar por una base demasiado alta si no venías ya cotizando por ella.
- Ingresos: si acabas de iniciar tu actividad por cuenta propia o tu actividad no te proporciona grandes ingresos, lo normal es que optes por cotizar por la base mínima. En este punto, tu prioridad debe ser asegurarte un sueldo digno, una vez afrontados los gastos necesarios para llevar a cabo tu actividad. Recuerda que si te pones por tu cuenta por primera vez, es probable que tengas derecho a la tarifa plana de 60 euros mensuales durante 12 meses.
- Otras cuestiones personales: por ejemplo, una baja médica. En el caso de enfermedad, normalmente no podemos prever esta cuestión. En cambio, en el caso de un embarazo, puede interesarnos subirnos la base de cotización de cara a una futura baja por contingencias comunes, riesgo durante el embarazo o maternidad.
Aunque es muy difícil saber cómo serán nuestras jubilaciones dentro de 20 o 30 años, parece que la tendencia es tener en cuenta toda la vida laboral y, además, alargar esta vida laboral. De esta manera, la cuantía de las pensiones tenderá a bajar en líneas generales, ya que normalmente cotizamos menos los primeros años de nuestra vida laboral que los últimos. Por ello, aunque es muy difícil recomendar algo al respecto, mi opinión personal es intentar mantener una base media y a su vez, ahorrar de cara a la jubilación para que llegado el momento, podamos complementar nuestra prestación o hacer frente a imprevistos.